Columna de Opinión

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'Errores que cometemos los entrenadores'. Por Miguel Ángel Robles Martínez.

 Desde hace tiempo tengo ganas de comentar algunos aspectos que marcan la labor de los formadores en la enseñanza del deporte. Los padres nos confían a sus hijos con la esperanza, infundada casi siempre, de que vamos a hacer de ellos jugadores de élite.

Si se trata de fútbol es casi imposible desligarse de la presión ambiente, todo el mundo es un seleccionador infalible, y se nota en los entrenamientos y partidos: padres vociferantes exigiendo un pase, bramando contra el árbitro o, lo que es peor, mostrándose violentos. Además, como padre entono el yo me acuso, damos consejos que confunden al niño, le meten presión o simplemente le marean. Y como dice en un reciente artículo cargado de sentido común mi amigo Pedro Meseguer, el niño lo que tiene que hacer es jugar.

 

Recientemente la escuela belga de fútbol impulsó un plan para mejorar el fútbol base, para ello recurrió a reproducir en los campos deportivos el juego callejero, donde el niño se expresa de modo natural; redujeron las medidas y el número de jugadores, de manera que la mayor parte del tiempo los niños estén en situaciones de 1 x 1, 2 x2 hasta 5 x 5 y todas las variantes de superioridad o inferioridad que se den. Poca distancia, mucha participación y continuo contacto con el balón.

 

Como los padres, los entrenadores (asumo mi doble condición de culpable), tenemos prisa por hacer que nuestros chavales rindan, introduciendo conceptos de juego y situaciones impropias de su nivel y edad. En realidad debemos ser simples facilitadores, catalizadores de su propio desarrollo. Cuando les mandamos ejercicios que no son capaces de ejecutar, que hay que parar continuamente para corregir o explicar, no debemos culparles por indolentes o torpes, ¿y si lo que pretendemos no se corresponde con su etapa de aprendizaje? En esto los padres casi siempre apoyan al instructor… y se equivocan.

 

Un buen entrenador tiene que conocer los elementos básicos del deporte: conducciones, pases, golpeos, controles, regates. La defensa puede esperar, para trabajar siempre hay tiempo, el arte es otra cosa; en cualquier caso la pasión por ganar del niño le hará buscar la posesión rápida del balón. Sobre esos elementos debemos incitar al niño, en situaciones de juego y competición, a su perfeccionamiento en ejecuciones lo más similares al deporte real, es decir bajo presión lúdica a máxima velocidad (la técnica no se aprende a paso lento). De ese modo el niño al ejecutar los gestos técnicos acomodará su cuerpo y adquirirá los patrones motores adecuados. Si no hay juego, competición, algo por lo que disputar, el niño pronto se aburre y se desentiende del ejercicio, se hace mecánico y carente de sentido. Esto nos cuesta mucho entenderlo a los entrenadores y padres, pero aprende los elementos del juego real jugando. Ese es nuestro reto. Que nadie piense que esto es falta de exigencia, al contrario, si lo planteamos bien se esforzarán al límite, pero su cara será una sonrisa permanente y algún cabreo gordo si pierden.

 

Un grandísimo profesor de mí ya lejano INEF nos dijo que el avance en los entrenamientos pasa por hacer cada vez menos cosas innecesarias. Y ahí voy, tenemos que saber que un chic@ que entrene tres días por semana más dos clases de educación física y el partido acumula más de doscientas sesiones de trabajo con sus correspondientes calentamientos, y en esto debemos contar con el factor aburrimiento y el factor eficacia. ¿Necesita calentar un niñ@ de 8 ó 10 años? ¿Y en caso de respuesta afirmativa, lo necesita a las 6 de la tarde? Sinceramente, no. No al menos como lo entendemos, por ello soy partidario de empezar muchas sesiones con ejercicios moderados de técnica o juegos populares adaptados como activación, de manera que aprovechemos las horas al máximo.

 

Deportes como el baloncesto, balonmano o fútbol son entrenantes en sí mismos, no podemos perder el tiempo en tediosas series de carrera cuando es fácil conseguir que mejoren sus condiciones de modo específico con ejercicios propios. Las sesiones debes ser variadas, con objetivos claros y progresivas, deben suponer un reto.

 

Dante Panzeri describió el fútbol como “dinámica de lo impensado”, abominaba de los entrenadores que hacen de este deporte un corsé aburrido e industrial; abogaba por volver a la esencia de la calle, de los potreros, donde el regate, la conducción, la finta, el quiebro se impongan al choque, el plan lo táctico. Quizá, como explica Santiago Segurola, la mejor síntesis del juego puro y el trabajo de un entrenador sea el Barcelona de Guardiola y el pequeño Iniesta su mejor representante. Aprendamos los preparadores a ser esa mano invisible que le da los medios sin que lo noten y acompañemos los padres a nuestros hijos por el simple placer de ver como se divierten.

 

PD. Nuestros entrenadores son cada vez mejores y el trato con el jugador se aleja, afortunadamente, de ese militarismo soez que enarbolaban nuestros añejos “misters”.

Miguel Ángel Robles Martínez

Licenciado en Educación Física y ex concejal de Deportes de Orihuela

 

Modificado por última vez en Lunes, 18 Noviembre 2013 22:48
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